Tren Maya transformó el paraíso en infierno: ‘Ríos subterráneos tienen un color turbio por el metal’

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Estos ojos de agua turquesa conocidos como cenotes son parte de una de las maravillas naturales de México: un sistema de aproximadamente 10 mil cavernas, ríos y lagos subterráneos que serpentean bajo la península de Yucatán, en el sureste del país.

Ahora, la construcción del Tren Maya —el proyecto insignia del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador— está destruyendo buena parte de ese mundo subterráneo oculto, ya amenazado desde hace décadas por el desarrollo urbano y el turismo masivo.

Mientras los reflectores se posan sobre este frágil sistema de cavernas ante las elecciones presidenciales del domingo, científicos y ambientalistas advierten que el Tren Maya representará un desastre ambiental en el largo plazo.

En las profundidades de la selva, el rugido de la maquinaria pesada interrumpe el suave goteo que se escucha dentro de la cueva. Unos metros más arriba, la construcción de la línea elevada del tren avanza a marchas forzadas.

Las cavernas retumban cuando los trabajadores ponen en marcha las perforadoras para atravesar la piedra caliza e incrustar los cerca de 15 mil pilares de acero de un metro de ancho (tres pies) que sostendrán el tren en este tramo.

Al contemplar una cueva antes inmaculada y ahora repleta de hormigón y estalactitas rotas, una mezcla de dolor e ira se dibuja en la cara del ingeniero y experto en agua Guillermo D. Christy, quien lleva más de dos décadas estudiando la calidad del agua que corre bajo la península de Yucatán.

“Vertir concreto en una caverna, directamente en el acuífero, sin ningún miramiento y sin ningún cuidado”, lamenta D. Christy. “Eso es totalmente un ecocidio”.

Más turismo en Yucatán… ¿pero a qué precio?

A lo largo de casi 1.600 kilómetros, el Tren Maya recorrerá la península de Yucatán para conectar ciudades turísticas como Cancún y Playa del Carmen con comunidades remotas y sitios arqueológicos enclavados en la selva a los que promete llevar desarrollo económico.

Con una inversión de más de 30 mil millones de dólares, el tren de alta velocidad es uno de los proyectos clave del presidente saliente de México, quien se ha presentado como el defensor de los pobres durante los seis años que ha estado en el cargo.

“El Tren Maya será nuestro legado de desarrollo para el sureste de México”, escribió el presidente en una publicación en X, antes Twitter, el año pasado.

Tras las elecciones del 2 de junio, el futuro del tren y el legado de López Obrador son inciertos. Las dos principales candidatas para reemplazarlo han dicho que promoverán una agenda verde, pero también han apoyado las promesas de desarrollo que trae consigo el proyecto.

El problema es la propia ruta del tren. Originalmente se planteó que circulase a lo largo de la autopista que conecta las principales ciudades de la región pero, tras una avalancha de quejas por parte de los propietarios de los grandes hoteles de la Riviera Maya, el gobierno cambió el tramo que va de Cancún a Tulúm varios kilómetros hacia el interior de la selva, encima del sistema de cavernas más importante del país. Para ello, las obras derribaron millones de árboles que forman parte del bosque tropical más grande de América después de la Amazonía.

Las cuevas contienen uno de los mayores acuíferos de México y son la principal fuente de agua de la región, crucial en un momento en que el país enfrenta una crisis hídrica cada vez más profunda. Además, en las cavernas se han encontrado algunos de los restos humanos más antiguos de América del Norte.

El área fue alguna vez un arrecife ubicado debajo del Caribe, pero los cambios en el nivel del mar empujaron a la península hasta la superficie y la convirtieron en una gran masa de roca caliza. El agua de lluvia ha ido esculpiendo la porosa piedra hasta convertirla en cuevas a lo largo de millones de años. El proceso creó las cavernas con agua dulce conocidas como cenotes y ríos subterráneos que son tan delicados como asombrosos, dice Emiliano Monroy-Ríos, geólogo de la Universidad Northwestern, quien estudia la región.

Estos ecosistemas son muy, muy frágiles”, explica Monroy-Ríos. “Es como pasar por encima de un lugar que es como un queso gruyere, lleno de cuevas y cavidades, de diferentes tamaños y a diferentes profundidades”.

López Obrador prometió que su gobierno evitaría daños al Gran Acuífero Maya al elevar las vías del tren sobre miles de pilares de acero enterrados en el suelo.

Pero el político se encontró con una ola de indignación a finales de enero cuando ambientalistas y científicos publicaron en redes sociales videos que mostraban gigantescas taladradoras horadando el techo de cavernas milenarias para insertar los pilares.

López Obrador respondió con furia a los videos y los calificó de “montajes” realizados por sus enemigos políticos.

“Son muy falsarios estos pseudoambientalistas”, dijo López Obrador en una de sus conferencias de prensa matutinas. “No vea usted los videos porque son especialistas en montaje”.

Un equipo de periodistas de The Associated Press viajaron a varios puntos de la ruta en la que se construye el Tren Maya, donde López Obrador negó haber causado algún daño ambiental. Lo que vieron contradice directamente las afirmaciones del presidente.

Tren Maya transformó los ríos subterráneos a ‘un color turbio’

Guillermo D. Christy camina por una densa selva tropical y enciende la pequeña linterna que lleva en la cabeza para adentrarse en una grieta de varios metros de altura (unos 8 pies) en la roca.

Este ingeniero y experto en agua mexicano ha recorrido el intrincado sistema de cavernas de la región y ha analizado la calidad de sus aguas durante más de 25 años. Como muchas de las personas que estudian los misterios de esta milenaria red subterránea, su trabajo pasó repentinamente de ser apacible a turbulento con la llegada del tren.

Hoy se adentra en una pequeña sección de las cavernas conocida como Aktún Tuyul, ubicada a menos de una hora de la turística ciudad de Playa del Carmen, y camina entre columnas de piedra caliza y pilares de acero excavados en las formaciones rocosas.

La profunda oscuridad de la cueva se rompe con los enormes agujeros de un metro de ancho perforados en el techo de la caverna, donde se instalarán aún más pilares.

A sus 58 años, D. Christy se mete sin pensárselo dos veces en el río subterráneo hasta que el agua le llega a la cintura —un agua de un color turbio por el metal corroído de los pilares— y se arrastra por un estrecho pasaje en la roca.

Sentado junto a uno de los más de diez pilares que ya se han instalado en la caverna, saca una serie de jeringas y botellas de una caja de plástico y toma una muestra del agua que rodea la columna.

“Claramente se ve allí un color característico de la corrosión de hierro”, dice sosteniendo una jeringa llena de un agua amarillenta y turbia. “Vamos a tomar una muestra”. D. Christy vierte el agua en un frasco de vidrio y la mezcla con una sustancia química que la vuelve de un color azul intenso, lo que indica que contiene rastros de hierro.

Junto a otros pilares, el activista pone la oreja sobre el metal para escuchar el concreto que está siendo vertido desde arriba adentro de la columna de acero.

En otra zona de la cueva, decenas de estalactitas rotas por las vibraciones de la construcción del tren se apilan en el suelo como escombros después de un terremoto. En otras cavernas, el hormigón que rellena los pilares se ha derramado sobre la tierra caliza.

Si bien las consecuencias ambientales a largo plazo del proyecto no están claras, lo cierto es que ya se está transformando todo el ecosistema, afirma el geólogo Monroy-Ríos.

“Antes de meter las columnas, ya estás matando todo el ecosistema que había en cada una de esas cuevas”, explica. “¿Por qué? Porque ahora ya entra luz, entra materia orgánica de la selva. Se cambian los gases. Y las especies muy sensibles que habitan ahí adentro en total oscuridad. Pues ya mataron cientos de millones, simplemente con perforarla”.

Pero la mayor preocupación del geólogo es que la porosa piedra caliza sobre la que está construido el tren y las cavernas que se encuentran bajo los pilares puedan causar un colapso del viaducto elevado. Los científicos han advertido desde hace mucho tiempo sobre los peligros de construir sobre rocas solubles como la piedra caliza.

Ya hay tramos de carreteras en la península de Yucatán que se han deformado o hundido, y el Tren Maya se ha visto afectado por una serie de accidentes, incluido el descarrilamiento de un tren en marzo, que el gobierno atribuyó a una abrazadera floja colocada por contratistas.

Un daño mayor en la piedra caliza podría provocar otro accidente que podría ser mortal. Y, si un tren de carga descarrilase, podría causar un derrame de petróleo que devastaría el acuífero de forma permanente, alerta Monroy-Ríos.

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